lunes, 3 de marzo de 2008
El Liberalismo en España
¿Existe en España un partido político libre de tendencias socialistas? Cierto que existe un partido antagónico al PSOE. Cierto que parte de sus políticas se podrían encuadrar en el ideario liberal. Pero ¿existe un contrapeso ideológico claro a las ideas intervencionistas? Más bien lo que existe es un consenso tácito mediante el cual nadie se opondrá a las líneas maestras socialistas en materia de gasto social, "cultura", planteamientos "de género”… Como contrapartida, la izquierda mirará hacia otro lado en políticas fiscales y de corte económico. Eso sí, sólo hasta que éstas surtan efecto y generen riqueza, puesto que después sólo el pensamiento socialista será el que oriente la "redistribución" de medios económicos y culturales. Bajo esta premisa se ha venido desarrollando la política en España al menos en los últimos treinta años, sino antes. Y hasta la fecha, nadie ha osado contradecir el pacto no escrito entre nuestros políticos profesionales. Mientras en otros lugares del mundo, las ideas liberales se asumen como algo natural, pues no en vano son las únicas ideas que han producido un aumento mayor de riqueza para un número mayor de individuos, España sigue sumergida en tópicos antiliberales, en complejos de inferioridad, en falta de confianza en los argumentos de la sociedad libre. Seguimos buscando denodadamente soluciones a problemas ya resueltos por otras sociedades. Y nos resistimos como asnos a modernizar de una vez nuestras estructuras sociales. Es hora de que alguien recoja el testigo de la libertad en España y explique alto y claro que la mejor manera de prosperar es confiar en los individuos libres que forman una sociedad abierta, democrática. Necesitamos políticos que enarbolen la bandera de la confianza en los ciudadanos, que nos dejen respirar tranquilos para pensar cómo mejorar nuestras vidas sin necesidad de subsidios no merecidos y prebendas conseguidas bajo la coacción de grupos de interés. La desconfianza en la clase política nace de una clara frustración: la evidencia en el electorado de que todos prometen la creación de toda clase de derechos y ninguno lo hace, acaso porque es una expectativa demasiado ambiciosa para un político. El mejor trabajo en pro de la libertad es dejar que ésta fluya. No hay mejor político que el que entiende que su principal función es "no estorbar" el desarrollo libre de la sociedad, y garantizar que ningún elemento externo lo ralentice o lo impida. Menos subsidios inmerecidos, menos subvenciones para quien no lo necesita, más desgravaciones, más incentivos para todos. Menos leyes y más eficacia jurídica y judicial. No a derechos colectivos y sí a derechos individuales. Por último, ¿por qué ese empeño tan español en creer que un derecho sólo existe si el Estado interviene de manera activa en su "creación", desarrollo e imposición a los demás? ¿No debería el Estado limitarse a garantizar los derechos individuales sin entrar en nuestras casas, en nuestras vidas? Mete al Estado en tu casa, y, tarde o temprano, el Estado será tu casa. Limitemos el poder para aumentar la Libertad.
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