Votar no es jugar. Las elecciones no son un reality en el que decidir si tal o cual personaje debe "abandonar" la isla. Un voto es una responsabilidad. Un voto es, por definición, una decisión temporal sobre una realidad actual y una posibilidad futura. Está sometido a la coyuntura del momento, a las circunstancias y a la objetividad del análisis del elector. No se trata de rendir culto sagrado a tal o cual partido. El voto cautivo es síntoma de democracias débiles. Cada vez que un votante se inclina por unas siglas como algo propio, inamovible, tradicional o de obligación familiar y social, está mandando un mensaje claro: no cree en la democracia. Creer en la democracia es creer que todo gobierno es temporal y limitado, y puede y debe ser cambiado si las cosas no funcionan de manera eficaz. Por definición, la democracia consiste, entre otras cosas, en eso mismo: en la posibilidad de derrocar al gobierno de turno sin derramamiento de sangre, o de manera traumática: la garantía de la alternancia en paz. Por eso, porque nos hemos dotado de un sistema democrático con elecciones periódicas, y posiblidades reales de alternancia en el poder, se debe apoyar sin fisuras un cambio si la ocasión lo merece. Desde esta óptica democrática, cualquier voto a ciegas es una muestra de debilidad del sistema, y cualquier apelación al voto tribal contra el otro, una muestra del carácter antidemocrático de la formación que lo pide. Todo ciudadano debe confiar en poder cambiar de gobierno si éste traiciona sus más elementales principios. No hay nada raro en ello, ni se debe ver como una "anormalidad", sino como una muestra de higiene democrática. No hay siglas perpetuas ni personajes infalibles. Antes al contrario, son los principios los que deben presidir la formación de la opinión previa a la decisión de votar una u otra opción, o, simplemente, no votar. Los principios que han de presidir la formación del voto son de suma importancia. Tales princpios se pueden resumir, sin perjuicio de más condicionantes, en:
- La exigencia de la defensa de la Libertad: defender que no existan derechos colectivos o de territorios, sino derechos individuales de los ciudadanos. Son las personas las que tienen derechos, no los territorios, ni las lenguas, ni las instituciones. Garantizar la Libertad, es garantizar la democracia.
- La exigencia de responsabilidad a los gobernantes. Este principio supone el castigo democrático a aquellos políticos que han utilizado y utilizan la MENTIRA como argumento constante. Es fácil detectar a un gobernante mentiroso: suele hacer lo contrario de lo que dice, y después, decir lo contrario de lo que había dicho, negando la evidencia. Supone también la certeza de que un gobernante que ha mentido y le ha salido gratis, volverá sin duda a hacerlo. Los políticos son auténticos depredadores y huelen la debilidad del electorado. Si le funciona, no cambiará.
- La exigencia a los gobernantes de anteponer los intereses generales del país a la continuidad del gobernante en el poder. Aquel político que ve con recelo la limitación de poder, es, en potencia, un peligro para la Libertad de los ciudadanos. ¿Cuántos de nuestros políticos tienen experiencia laboral fuera de la política?
- La exigencia a los gobernantes de la primacía del imperio de la Ley y el Estado de Derecho. Es vital para la supervivencia de una democracia liberal, abierta, de un Estado de Derecho en el que los ciudadanos sean iguales ante la Ley, que los gobernantes JAMÁS igualen a delincuentes con ciudadanos. No se puede permtir la exención temporal de la ley en aras a ninguna negociación. Los delincuentes, a las cárceles, la política, al parlamento. Ningún ciudadano aceptaría que la policía negociara con los violadores para que dejaran de delinquir, suspendiendo los juicios y las detenciones de éstos hasta que "verificaran" la intención de los violadores de dejar de violar. ¿Por qué hemos de aceptar sin embargo que el gobierno "negocie" con asesinos y aplique la Ley según el desarrollo de esa negociación?
Sin duda existen numerosos principios además de los expuestos, que tendrán mucho peso a la hora de determinar el voto de los ciudadanos: economía, gasto social, libertad de enseñanza, etc. Pero, sin dejar de ser importantes, los aquí mencionados suponen los cimientos sobre los que construír un país próspero un país moderno, un país de libertad y de igualdad ante la Ley, que garantice la libertad de sus ciudadanos.
No me corresponde determinar si tal o cuál partido cumple con los principios aquí expuestos. Simplemente, creo que todos deberíamos reflexionar sobre qué modelo de país queremos para nuestros ciudadanos, para nuestas familias, y, después de comparar la realidad con los principios, votar en lógica consecuencia, sin prejuicios culturales, sin ataduras de siglas. Votar tan sólo en defensa de PRINCIPIOS que todo demócrata ha de defender de la única manera que se puede en tiempos de paz y prosperidad democrática: con el voto.
lunes, 25 de febrero de 2008
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