martes, 7 de abril de 2009

Nacionalismo y democracia

Anda la CIG montando "barullo" desde que el PPdG ganó las elecciones. Que si las oposiciones, que si la educación "en" gallego...Pretenden una especie de huelga "preventiva" contra el partido vencedor de las elecciones en Galicia. Un partido y un candidato que han hablado claro y han dicho abiertamente a los ciudadanos lo que iban a hacer. Y los ciudadanos han elegido, de entre las diferentes opciones políticas, precisamente la del PPdG. Y por mayoría absoluta, con una diferencia sideral si del nacionalismo hablamos. Pero claro, la CIG no entiende de democracia ni de legitimidad. Para esta "casta" nacionalista, la democracia sólo es válida si los elegidos son ellos. Si el pueblo decide que apoya a un partido y a un presidente que ha dicho durante la campaña electoral que "va a derogar inmediatamente" el decretazo lingüístico perpetrado por los amigos de la CIG, a la CIG y al nacionalismo ya no le vale la democracia. Les importa un bledo la opinión del pueblo que dicen representar por mandato divino del dios breogán. Y así, cuando el nuevo gobierno no tiene ni siquiera cabezas visibles, ya están montando huelgas y "revoluciones". Éste es el respeto que la CIG y el nacionalismo tienen por la opinión expresada libre y democráticamente por los ciudadanos gallegos.

Ahora, con perspectiva, y ante el comportamiento de CIG y BNG (este ya sin careta apoyando a la Mesa por la Normalización en su convocatoria del 17 de mayo) uno se da cuenta de lo que se ha librado Galicia con la salida del BNG y sus acólitos del gobierno de la Xunta. Lo que ya es de traca es que el nacionalismo, lejos de entender el mensaje de los ciudadanos, y moderarse, persevere en el error y no respete la aplicación de las medidas de Feijoo, anunciadas en la campaña, y ratificadas democráticamente por los ciudadanos.

La perversión de la democracia empieza cuando los perdedores, antes incluso de que el gobierno legítimamente elegido en las urnas tome posesión, ya le niegan la posibilidad de aplicar las medidas que éste ha propuesto abiertamente durante la campaña. Hablemos claro: para muchos ciudadanos, democracia y nacionalismo, a la vista del comportamiento de cierto sindicato, se empiezan a vislumbrar como términos incompatibles. La falta de respeto hacia aquellas personas que han elegido libremente su opción política y que ha resultado ganadora por mayoría absoluta, demuestra una falta de arraigo democrático en el entorno nacionalista preocupante. A lo mejor deberían reflexionar sobre ello. Muchos pensamos que ese talante antidemocrático, de imposición, de conseguir lo que pretenden por la vía del ordeno y mando y del mandato druídico de los suevos, fue precisamente lo que llevó a los ciudadanos a elegir otras opciones que, simplemente, defienden la libertad y les tratan como personas capaces de discernir lo que es mejor para sus vidas, sin imposiciones, y sin peajes. La democracia es eso: la posibilidad de cambiar los gobiernos que no respetan a los ciudadanos. Y a algunos parece molestarles tanto “poder popular”.

Salud y Libertad