domingo, 12 de octubre de 2008

12 de octubre de 2008

(Discurso del día de España y de la Hispanidad frente a la bandera nacional en La Coruña):

Queridos compatriotas

Hoy, 12 de octubre de 2008, día de España y de la Hispanidad, nos reunimos para reivindicar el concepto positivo de unidad, de solidaridad, de afectos comunes entre los ciudadanos que forman parte de la cultura española. La hispanidad es un concepto positivo que debemos fortalecer entre todos. La unión, la solidaridad y el sentimiento de pertenencia a una cultura hispana no están ni han de estar jamás manchados de política, intereses partidistas o coyunturas internacionales. No se trata de política, se trata de seres humanos.

Como españoles, el día de la Hispanidad es un motivo de reconocimiento a nuestro papel en la historia, asumiendo sin complejos nuestra cultura e influencia en todo el mundo, con sus errores y sus aciertos. Pero sobretodo, hemos de tomar conciencia de nuestra responsabilidad como pueblo, de nuestra comunión con el resto de pueblos de habla hispana con quienes tanto hemos compartido durante siglos, y con quienes tanto compartimos hoy en día.

Es momento de reconocer y asumir que el legado de la hispanidad toma más fuerza que nunca en el siglo XXI. Es justo reconocer que, mientras en España muchos se empeñan en retroceder, nuestros hermanos ultramar han sabido recoger el testigo de la hispanidad y enriquecerlo sin complejos. Sin duda alguna, la lengua española florece al otro lado del Atlántico gracias a nuestros hermanos americanos.

Sea como fuere, la Hispanidad vive un momento de autoafirmación en el mundo entero. Por ello, más de quinientos años después, con nuestros aciertos y errores, sería absurdo que, en lugar de capitanear el resurgimiento de la cultura hispana en todo el planeta, nos empeñáramos en discutir, precisamente en España, su misma existencia.

Queridos amigos,

Se cumple este año el bicentenario de la Guerra de la Independencia. Y precisamente hoy se hace necesario recordar, y rendir justo homenaje a quienes hace doscientos años lucharon juntos, en las calles, codo con codo, desde Madrid a La Coruña, desde San Sebastián a Barcelona, desde León a Cádiz.
Ellos lucharon y murieron por defender la soberanía de nuestra nación. Lucharon y murieron por defender la libertad, el derecho a elegir nuestro propio destino, aún a riesgo de equivocarnos en la elección.

En definitiva, los héroes de Cádiz lucharon por nuestra supervivencia como nación. No en vano aquí, en La Coruña, el 30 de mayo de 1808 la ciudad se alzó contra el invasor al grito de ¡españoles somos todos! Sirva este pequeño acto como homenaje a los patriotas coruñeses de hace doscientos años y a todos los que han dado su vida en el empeño de construír una España mejor.

Queridos amigos,

No nos cansaremos de repetir que sentirse español no es un acto político. Es un acto de generosidad, de solidaridad, de complicidad y fraternalismo. Sentirse español es compartir, es tejer una red de afectos entre las personas, entre los individuos, por encima de las castas, de las coacciones o de los intereses de los políticos de turno. Por eso sentirse español es algo abierto y no excluyente, ser español es ser tolerante, y no sectario. Y esa manera de ser, esa forma de entender el mundo, de dejar un pedacito de cada español allá dónde cada español pasa, es lo que ha conformado una seña de identidad, la Hispanidad, cuyo día hoy celebramos.

Somos una gran nación de ciudadanos libres e iguales ante la ley, amparados por la Constitución de 1978 y unidos en torno a nuestra bandera y nuestro Rey. Y ésta nación se ve perfectamente representada en este monumento, en esta bandera. Porque eso es lo que simboliza la enseña nacional: Libertad, Unidad, Democracia y Justicia. Por ella, por lo que representa, por las personas que han dado su vida por defenderla, fuese cual fuese su motivación o ideología, por los ciudadanos, por la Libertad, alcemos la voz y gritemos juntos:

¡VIVA ESPAÑA!

Francisco J. Fernández Tarrío

lunes, 6 de octubre de 2008

SOCIALISMO Y LIBERALISMO (II)

En este momento de crisis y de pánico generalizado sería bueno reflexionar sobre cuál es el origen del mal para abordar con seriedad las medidas a adoptar en el futuro.

Según las tesis socialistas, la reciente crisis financiera de USA es consecuencia del “capitalismo salvaje” y de haber dejado campar a sus anchas a los agentes financieros sin la intervención pública. De ahí, la izquierda extrae inmediatamente la conclusión con la que lleva soñando desde 1989: no sólo el socialismo no ha muerto, sino que es el capitalismo el que ha demostrado su ineptitud, por tanto el modelo capitalista es un modelo injusto y fracasado, y debemos dejarlo atrás.

Lo que ocurre es que la realidad es tozuda, por mucho que algunos medios se empeñen en ocultarla. La causa de la crisis financiera USA tiene a mi juicio dos factores ligados entre sí como causa y consecuencia:

1.- Un conjunto de decisiones políticas públicas consistentes en intervenir el libre mercado para “garantizar” el acceso de todas las familias a una vivienda. ¿Cómo? Muy sencillo: otorgando garantías públicas a las entidades que autorizaban hipotecas impagables y rebajando los tipos de interés desde la Reserva Federal. Es decir, se elaboró un plan económico dirigido a conseguir un resultado utilizando como medio o instrumento la intervención directa del Estado en el mercado. ¿Es esto capitalismo?

2.- La consecuencia de lo anterior se acaba de ver en toda su crudeza. Si los agentes financieros, acostumbrados, en principio, a asumir las consecuencias de sus riesgos, saben con certeza que el gobierno acudirá al rescate en el caso de que la apuesta salga mal, ¿cómo creen ustedes que actuarán? Doblarán la apuesta, jugarán doble o nada. No importa: si perdemos la apuesta, la banca repone las fichas al final del juego.

Por tanto, la crisis tiene a mi entender dos factores: uno económico, directamente ligado a la ineficiencia demostrada de la intervención del Estado para “corregir” las supuestas injusticias del mercado; y otro psicológico, o más bien moral: si se diluye la responsabilidad en un tercero, las elecciones o decisiones serán cada vez más y más egoístas.

Y aquí llegamos a la conclusión: es precisamente la intervención estatal la que causa una distorsión moral en el mercado, pues éste, si opera libremente, castiga sin piedad a quienes toman decisiones antieconómicas y no permite la impunidad empresarial. Y esto lo saben bien los inversores.

Por tanto, desde una óptica liberal, la responsabilidad no es delegable en el Estado. Si cada uno debe asumir las consecuencias de sus elecciones, los inversores se cuidarán muy mucho de apostarlo todo a una sóla carta.

Alguien dirá que a pesar de todo hay quien trata de sacar el máximo partido a su negocio a costa de hundir al de enfrente. Cierto. Existen personas inmorales. Pero en esto, también hay sustanciales diferencias entre el socialismo y el liberalismo, estando éste último más próximo al conservadurismo en esa cuestión: la moral. Pero eso merece otra reflexión.

Salud y Libertad